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9.10.08

·} Poder temer

CeBé tuvo miedo mientras bajaba el vuelo de su falda hasta la cornisa de sus rodillas dobladas. Refrescó sus ojos con un parpadeo duro y giró el rostro en dirección al aire nocturno para que se helara el filo negro de sus pestañas y poder llorar.

Mejor así. Respiró a conciencia, buscando alimentarse del dulce olor a mar oscura que enloquecía las hormigas de su nariz. El primer bocado de ese aroma siempre producía terremotos de epicentro incógnito y remoto en varios puntos de su memoria más primitiva; después la calma, la sonrisa, la lágrima y la fuerza...

Siempre le habían enseñado a ignorar el miedo, a trucarlo por respeto, o recelo, o alarma según contexto, sin embargo nunca consiguió creer en su ausencia y una tarde, CeBé abrió la puerta a ese tipo de ojos negros cuya sombra absoluta se había alargado durante años hasta el umbral de su boca abierta. Antes de dejarlo pasar, besó al fantasma de voz tan muda, para después cerrar la puerta tras de sí y poner rumbo al aire del ocaso que oportunamente se agachaba desde el otro lado del horizonte.

Nunca más volvieron a casa. Nunca más necesitaron casa.

Mirar al miedo de cerca la hacía viva, desafiarlo la mantenía fuerte.



12.7.08

EmeGé & la Santa Madonna

Ayer bebí cerveza con mi amigo EmeGé.

Teníamos muchas cosas que contarnos después de 4 días separados viviendo intensamente nuestras propias vidas. Siempre vamos a una pizzería cuyo camarero nos guiña el ojo y nos invita a chupitos de orujo de hiervas tras la cena, presumiblemente con la intención de ligarnos, pero aun no hemos sido capaces de intuir si está interesado en mi amigo EmeGé o en mi... lo cual tampoco nos importa demasiado mientras siga ofreciéndonos orujo sin ánimo de lucro (económico).

Esta semana había sido muy intensa para mi, con nuevas e inesperadas conquistas imposibles, cuya consumación se vería relegada a una dimensión paralela inalcanzable que no había que tener la intención de perseguir. Mejor asi, me repetía, y acabé creyéndolo, como siempre... Por su parte, EmeGé traía la misma noticia de todas las semanas, pero con nuevos nombres para los mismos personajes; EmeGé siempre se medio enamoraba a medio plazo de medio adolescentes medio preciosas que medio idolatraba y medio conseguía que le medio rechazaran no sin antes medio flirtear con su medio roto supercorazón. Según yo, su problema era que trataba a las chicas de una forma excesiva e innecesariamente divinizante; para él las mujeres no existían, en su lugar el mundo estaba plagado de diosas intocables que no merecían la tortura de ser siquiera cortejadas por un ser de su calaña...

EmeGé tenía una amante con contrato indefinido y alguna que otra esporádica a las que besuqueaba con desgana mientras se convencía de que podía hacerlo porque solo eran semidiosas y no le atraían demasiado, sin embargo su olimpo siempre estaba abastecido de musas divinas que jamás trataría de alcanzar y cuyo trato se reducía a un babeo constante y la cotidiana sarta de ofrendas intelectuales que pudiera untar sobre sus respectivos egos cada vez que tenia el gran placer de obnubilarse con sus presencias...

Lo que EmeGé no sabía, aun, es que la mayoría de las mujeres no nos enamoramos de los hombres en sí, sino la actitud que representan, y a juzgar por el perfil de su imaginario teológico, la mayoría de sus divinidades le habrían cantado a coro gustosamente este tema, con el fin de instruir a mi amigo EmeGé en el mundo de la seducción y el cortejo masculino...

Va por ti EmeGé, escúchala atentamente todas las veces que necesites hasta que salgas de tu cuarto en pelotas dispuesto a arrasar esta apestosa ciudad!

Fais Moi Mal Johny Johny Johny!



21.4.08

Sra. Lechuga si puede lamentar-se legítimamente

Lamentar-se. Terrible concepto presente en el léxico castellano desde tiempos preliminares a la inquisición, a través del cual los individuos usuarios de semejante vocablo demuestran a sus congéneres el lánguido sentimiento de tristeza pasiva que abate su espíritu al referirse a según qué concepto tenebroso, sin que llegue éste a significar un tormento para si mismos, ni un peligro, ni tan siquiera un estado no deseable del todo.

Lamentar-se es lo que podría hacer una Lechuga en su sano juicio y con legitimidad completa, cuando, simultáneamente, dos tipos se pinchan a sus pies, los moquitos anidan en su sangre, y una mano desconocida se lleva sin permiso el néctar de las flores de su corazón...

Claro está, la Lechuga es un ser que carece de competencia para practicar la voluntad de poder...

Si al final es que, como dice Faemino, somos unos seres ignominiosos y nos quejamos plácidamente por vicio... con lo bonito que sería poder vivir sudando por lo que nos apetece querer.

19.4.08

El Romanticismo es una lacra*

Yo no era tu novia, era tu mujer, y no era solo tu mujer, era tu mejor amiga, y tu no eras mi único amante, pero si el único al que amaba.

Me hace daño haber tenido razón, ahora que ya no os queréis tanto, pero me duele menos que no haberla tenido.

Somos todos unos yonkis, hoy por ti y mañana también.

Manuscrito hayado en un rincón de la acera impar de la calle Sicilia.

*



7.4.08

La octava razón

Los seres humanos más cercanos y sinceros siguen siendo unos extraños, más o menos parciales, más o menos desconocidos los unos para los otros. La ambigüedad es inherente a la palabra.

En todas partes permanece el escándalo. Ninguna luz final, ninguna empatía en el amor desvela el laberinto que es la interioridad de otro ser humano. Al final, el pensamiento puede hacer que seamos unos extraños los unos para los otros.

El amor más intenso, quizá más débil que el odio es una negociación, nunca concluyente, entre soledades.



G. Steiner