No se muera usted ahora!- Gritó hacia el fondo negro de su propia boca; y con esa mueca, resbalaron las letras hasta su estómago como dientes de blanca nieve buscando ser dignas del eco que no tienen las cosas que implotan.
Al otro lado de la realidad gobernaba Silencio, presunto soberano del reino humano, entronecido por golpe de estado una tarde de invierno a las seis de la tarde, más o menos.
Yo no escuché nada, cómo iba a saber que ahora no tenía que morirse...?
