3.10.08

Hoyaquiniano

EleÁ tiene 32 años y esta mañana ha decidido que a partir ahora va a vivir en el espacio que ocupa su sombra al despegarse de su piel para ir a estrellarse contra el suelo.

Ayer a las seis de la tarde tomaba café a los pies de 3 cactus gigantes que conforman su escueta colección botánica; probablemente, era una tarde idílica ya que corría la última brisa cálida del otoño, su agenda lucía completamente vacía, la luz parecía vapor de oro, y EmeGé se estaba encargando de pasar las páginas del periódico que él mismo había traído.

Después de leer la página 12 especularon acerca de lo rentable que sería aprender mandarín o cantonés ahora que china iba a conquistar el mundo por fin. En la 17 la Generalitat había montado un mercadillo de animales selváticos que habían sido abandonados al quebrar el safary donde eran exhibidos; EleÁ y EmeGé fantasearon con la posibilidad de tener su propia manada de lechwes en la terraza si ahorraban un poco ese mes. Entre la página 22 y la 24 Estados unidos decidió en su senado que no quería comprar los activos económicos tóxicos del resto de occidente; EmeGé se regocijó por el inesperado sentido de democracia que estaban demostrando con ese gesto pseudosuicida, y EleÁ que no entiende de democracia dijo que era porque ya estaban viejos para seguir jugando a los Super Héroes.

El resto de las páginas se esparcieron por el suelo con la brisa del otoño como las hojas caducas de cualquier haya en estos tiempos, y un dedo índice retó al cielo –Pues yo creo que los poderosos chuchurridos deben estar planeando vender muchas más armas a todos los rincones del mundo donde siembran guerras que les dan dinero, y también fabricarán enfermedades para que compremos sus medicinas especiales, y así recuperarán el dinero-. Luego una ceja izquierda retó al cielo también –Qué dices, ese dinero no existe, nunca existió ese es el problema, no hay nada que recuperar, solo sucumbir a la siguiente potencia-

Y después

silencio,

confusión...

Sueño.

Todo parecía un sueño al que no pertenecieron nunca personalmente, solo asistían a él y a veces él asistía a ellos.

Si a EleÁ le hubieran gustado los tatuajes esa misma noche se habría cosido a tinta un gran SOYHOYAQUÍ en la arteria coronaria. Pero como no le hacían ni fu ni fa, puso la tinta en un papel y en su alma, de tenerla, causo el mismo efecto eternizante.

Por eso al acabar la noche, EleÁ miró a su propia sombra y se hicieron inseparables por primera vez en sus vidas.


2 comentarios:

Sphynx Red dijo...

Joder, hija, me encanta como escibes. Y la relación, de ser cierta, sería la idílica. Las conversaciones sin sentido que se lo dan a todo, pero no a todos, porque lo importante es que lo entiendan sólo dos.

MO RANSAR dijo...

pues yo asi de primeras no lo pillo mucho, auinqe supongo qe es probable qe no haya nada qe pillar.
pero me da igual porqe me vale solo con lo bonito que me ha parecido el final, me ha venido un "ains" a la mente.