6.4.10

. . . della verità


llegó en el tren que viene de la costa este con una maleta de rueditas y un muchacho moreno y belludo que la seguía distraído. habían pasado muchos años desde la última vez quise matar a esa niña malcriada; pero ahora tenía forma de mujer, se hacía cosas complicadas en el pelo y había querido venir a visitarme por amor fraternal.

durante los días que siguieron todo transcurrió de forma ordinaria (charlamos, bebimos, reímos, etc) excepto por esa inquietante lámina que se interponía entre nosotras dos, como de tenue luz, como con un débil brillo parecido al que devuelven los espejos. y sus ojos... sus dos cabecitas azules ahogadas en el mar. verdaderamente llenas de mar.
en realidad no había envejecido nada, seguía teniendo siete años absolutamente desamparados, y se había convertido en una niña sabia, portadora de una tristeza tan profunda y normalizada que hería contemplar su rotunda belleza.
esa chica, sangre de mi sangre, es el impávido palacio de la melancolía hecho carne. y la amo.