19.4.08

Cables, teclas, chips, y widescreen.

Resucitan mi ánimo baldío-noctámbulo sus lucecitas azules antisépticas y ese murmullo inconstante-metálico que es como su respirar, o su corazón, o su digestión, o me da igual qué, pero alguna parte de su organismo imaginario que tanta falta me hace inventar.

Mil veces y una más, han hablado los poetas sin saberlo del delicado resplandor áureo-azulado que rutila su pantalla, pensando que tal añil solo podía vivir en el iris cristalino de sus musas más selectas; e igual que todos ellos hicieron a lo largo de tantos siglos de civilización orientoccidental, decido obnubilarme con su tornasolado resplandor de 17 pulgadas widescreen e intento soñar algo...

Apenas resulta, pero me retuerzo entre las sábanas, demasiado limpias, demasiado nuevas, demasiado entretenida entre los pliegues, forzando un sueño que comienza en las arrugas rojas del horizonte de Karson City, en algún lugar entre Despierta e Insomne, Arizona -ciudades ambas muy similares, pero el sol duele mucho más en una que en la otra, una existe para soñar y la otra para dormir-.


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