
Regocijémonos pues en nuestras heridas que nos dan el éxito, cultivémoslas con vehemencia, paciencia, insistencia, violencia, lo que haga falta, pero que florezcan fuertes nuestras dolencias, que crezcan altas,que duren mucho, y que estén frondosas para exponerlas con justa soberbia ante las bocas de las gentes y callarlas y doblarlas y hacerlas redimirnos de hacer fuerza con nuestra propia boca, que ya no muerde, la pobre, porque no le hace falta.
Malditos roedores de la moral.